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Blog

12 de junio de 2025Jaime de la Morena

La transición energética como oportunidad de inversión

En los últimos años, el mercado de inversiones sostenibles ha vivido un importante desarrollo. Tras el lanzamiento de los primeros fondos sostenibles, se observó cómo este tipo de estrategias generaron un gran atractivo en el mercado, llevando a las entidades a diseñar nuevos fondos para completar su gama de producto y poder hacer frente a las exigencias del mercado.

 

Así, el flujo acumulado de entradas en fondos sostenibles desde 2022 hasta 2024 resultó ser muy positivo, siendo Europa, el continente que lideraba esta tipología de inversiones. Sin embargo, durante el primer trimestre de 2025, y tras más de 3 años con flujos netos positivos, se han registrado en Europa más salidas que entradas en este tipo de fondos.
 
 
En estos años, las estrategias de inversión sostenible han ido evolucionando, en línea con el desarrollo del mercado y los cambios en el apetito inversor. En un primer momento, las estrategias de inversión se centraban en la aplicación de exclusiones. Después, las entidades fueron reorientando su gama de producto a hacia estrategias relacionadas con la integración de riesgos ASG y las estrategias best-in-class.

En cambio, las estrategias temáticas han registrado un crecimiento mucho menos significativo y se han quedado relegadas a una inversión de nicho, pese al potencial, financiero y de sostenibilidad, que presentan.
 

El contexto normativo también ha evolucionado en los últimos años. A finales del 2024, la Plataforma Europea de Finanzas Sostenibles[1] propuso una modificación en la categoría de productos sostenibles bajo SFDR[2] (Reglamento de divulgación). Bajo este nuevo sistema de clasificación, se incluía una categoría de “transición”.

Con esta propuesta, la Plataforma dejaba patente la importancia de abordar la transición, también desde la perspectiva de la inversión sostenible. En un inicio, la inversión medioambientalmente sostenible se centró de manera más significativa en actividades o sectores “puros” o 100% limpios, dejando más de lado aquellas actividades y procesos necesarios para alcanzar una transición medioambiental justa y efectiva.

No obstante, bajo nuestro punto de vista, es precisamente en este ámbito donde detectamos un número creciente de oportunidades de inversión.

La inversión en la transición energética se basa en tres grandes pilares:
  1. Seguridad energética: recientemente hemos vivido numerosos eventos geopolíticos que ponen de manifiesto el potencial peligro que puede llegar a suponer el depender demasiado de un país con respecto a un recurso natural clave. Tanto es así, que la mayoría de los países están rediseñando y diversificando sus suministros de energía, invirtiendo en soluciones de transición energética, en la medida que esta se sitúa como una alternativa a la dependencia de importación de energía. Estas situaciones de dependencia han provocado unos elevados precios de la electricidad, limitando en gran escala la competitividad de industrias clave y poniendo de manifiesto la necesidad de lograr una alternativa a la forma en que se produce la electricidad.  
  2. Transformación energética global: tras unos años donde la demanda de electricidad ha estado estancada, en la actualidad tendencias como la inteligencia artificial, la electrificación de procesos industriales o el aumento de las temperaturas globales, están llevando a un cambio de paradigma. Se estima que en los próximos años la demanda de electricidad va a crecer a ritmos no vistos desde hace décadas, haciendo evidente también la necesidad de invertir en infraestructura energética resiliente y duradera. 
  3. Sentido financiero: Hoy en día, fuentes de generación renovable como la solar o la eólica terrestre son las alternativas más baratas de producción de energía. De hecho, las principales compañías demandantes de energía están firmando grandes contratos de compraventa de energía renovable a largo plazo, que proviene de una energía que es segura, recurrente y más barata que la tradicional. Las energías limpias consolidadas y probadas han logrado unos niveles de eficacia que las hacen totalmente competitivas y necesarias para el mundo en el que vivimos.

En este sentido, una estrategia de gestión activa que invierta en la transición energética a lo largo de toda su cadena de valor será capaz de aprovechar los distintos eventos geopolíticos, ritmos de desarrollo de mercado y el contexto macroeconómico para identificar diversas oportunidades de inversión.

Desde Afi hemos identificado cinco grandes temáticas de inversión relacionadas con la transición energética:
 
  • Energías limpias: hace referencia al conjunto de tecnologías destinadas a generar energía menos contaminante y más disponible que la tradicional. Incluye soluciones maduras y consolidas como la solar, eólica e hidroeléctrica, junto con otras complementarias y en desarrollo como el hidrógeno, la bioenergía o la nuclear de nueva generación. Estas fuentes permiten reducir la dependencia de los combustibles fósiles sin comprometer la seguridad energética.
 
  • Recursos naturales: engloba los factores físicos totalmente necesarios para habilitar la transición energética segura y eficiente. Esto abarca tanto la disponibilidad y gestión eficiente del agua, como el acceso a materiales estratégicos para tecnologías energéticas: minerales como el litio, cobalto, níquel o las tierras raras. También incluye la optimización del uso de estos recursos mediante procesos industriales más eficientes y reciclaje avanzado.
 
  • Infraestructura energética: se refiere al sistema que permite transportar, transformar, y distribuir la energía. Incluye redes eléctricas de transmisión y distribución adaptadas a fuentes intermitentes y plataformas de gestión inteligente que permiten equilibrar oferta y demanda en tiempo real. Esta infraestructura es esencial para asegurar la integración segura de cualquier energía en los sistemas eléctricos y permitir la transición energética de una forma segura.
 
  • Eficiencia energética: alude a la reducción de la intensidad energética en el conjunto de la economía, permitiendo mejorar la productividad y el desarrollo económico. Afecta a sectores como el transporte, la edificación y la industria, mediante la electrificación de procesos, la mejora en la gestión del consumo o el rediseño de productos y servicios.
 
  • Tecnologías habilitadoras: son los sistemas y componentes tecnológicos que permiten operar, escalar y controlar el sistema energético en cualquier contexto. Incluyen los semiconductores de potencia, esenciales para la conversión de corriente en aplicaciones eléctricas; el almacenamiento electroquímico de energía; los centros de procesamiento de datos; y las aplicaciones basadas en inteligencia artificial para optimización y predicción de consumo.

Las compañías que se incluyen dentro de este universo desarrollan actividades clave para la consecución de los objetivos medioambientales, y suponen, en muchos casos, modelos de negocio que pueden verse beneficiados por las tendencias de la transición energética o que, a través de la implementación de determinadas prácticas, harán que su negocio sea más competitivo.  

Desde Afi, seguimos innovando en nuestras capacidades de análisis y gestión en materia de sostenibilidad, identificando aquellas temáticas que no sólo generan un impacto medioambiental positivo, sino que además ofrecen un gran potencial de revalorización y encaje en las carteras de inversión. En este sentido, consideramos que la gama de productos sostenibles debe seguir creciendo a favor de estrategias de inversión fácilmente entendibles por parte de los inversores, donde la oportunidad económico-financiera quede claramente justificada.


 
[1] El 17 de diciembre de 2024, la Plataforma Europea de Finanzas Sostenibles publicó una nueva categorización de productos sostenibles. En concreto, la plataforma propone tres categorías diferentes: sostenible, transición y colección ESG.
[2] Reglamento (UE) 2019/2088 del Parlamento Europeo y del Consejo de 27 de noviembre de 2019 sobre la divulgación de información relativa a la sostenibilidad en el sector de los servicios financieros.